lunes, noviembre 29

cotidiano y común IV


cuando estoy mal, o triste, o ansiosa, o sin saber como sentirme. cuando no se porque empiezo a pensar estupideces que nunca pienso, cuando estoy a punto de olvidarme quien soy, cuando no me llamas, cuando lo haces. cuando tengo muchos motivos para explotar de risas, cuando quiero festejar, o llorar, o saltar. cuando me dan ganas de verte, cuando quiero que tengas ganas de verme. cuando los problemas me sobrepasan, la angustia se quiere apoderar de mi, bailo. bailo como una demente por toda mi casa. bailo y me tiro al piso, grito, salto, me sacudo. me siento viva. bailo y muevo las caderas. bailo y alejo la mala onda. bailo porque caminar es aburrido. bailo porque lo hago mal y me divierte bailar mal. bailo para atraerte. bailo y dejo que mis sentidos, mi cuerpo, mi mente, mis manos, se llenen de música y fluyan. al ritmo de la tristeza, de las risas, de los llantos. ¿por qué bailo? porque si!

martes, noviembre 9

cotidiano y común III


Algo tan sencillo como un café puede ocupar nuestros pensamientos toda una semana (o quien dice más). Uno no puede explicar porque ve una taza de café hasta en la sopa. O mejor dicho dos. Porque este café que se mete e invade cada centímetro de nuestro cuerpo es consecuencia absoluta de esa persona que te presento fulanito el otro día. El día y fulanito cambian con el contexto.

Puede ser un viernes a la noche en un recital y fulanito puede ser tu amigo, o quien sabe un martes a la tarde en la facultad y el presentador en cuestión es una compañera de militancia. No importa si fue un sábado o un domingo, si había sol o si el frío penetraba cada lugarcito del cuerpo haciéndonos agarrar escalofríos (mejor conocido como piel de gallina) lo que importa es el/ella. Cuando fulanito te introduce con este nuevo individuo, quedas petrificado. No sabes por que motivo el tiempo se para, el viento se calma y todo se ilumina. No hay fuerza sobre natural, ni mariposas, ni cosquillas, ni nada de todo eso que pueda hacerte entender que te pasa.

Y en ese momento en que no sabes si decir hola o dar un beso, tus pensamientos se invaden de café. Hasta podes percibir el aroma tan especial de un café en jarrita como el que sirven en La Sede y te gusta tomarlo un día de invierno cuando ya no sentís los dedos de las manos y mucho menos los de los pies. Lo importante, lo trascendental en este momento es conseguir tomar un café con dicha persona.

(a veces creo que vos y yo nos debemos como 5 salidas a tomar café pero ahora hace calor y lo único que quiero es tomar helado pero ya no es con vos la cosa. vos eras para el invierno y para el café. fuiste al piste, te lo perdiste. gil.)

miércoles, noviembre 3

cotidiano y común II


Me lo dijiste convencido,
decidido.
Le diste a cada fonema
la fuerza justa.
Hiciste los silencios necesarios,
tragaste saliva,
la poca que quedaba en tu boca.
Y lo largaste:
"Dejate querer",
"dejate querer",
"dejate querer".

martes, noviembre 2

lo cotidiano y lo no tan común


Estábamos semidesnudos tirados en el piso. Desparramados entre sábanas, cds y vasos. Ceniceros, sentimiento e ideas. Cantabas algún tema, no puedo recordar cual. Sólo se que lo hacías de una manera particular como si cada nota que salía de tu guitarra y cada palabra que largaba tu boca quisieran decirme algo. Te miraba encandilada, tus ojos perforaban a los míos. Tus pupilas invitaban a las mías a perderse es ese mar profundo que reinaba en las tuyas. Caía una y otra vez en los detalles mas ocultos de tu cuerpo. Tu lunar debajo del otro lunar que forman una línea que se parece a las 3 marías pero con una extinguida. Las rayitas que se te hacen al costado del cachete flaco cuando sonreís o medio sonreís. Me detenía en tu nuca, me imaginaba naufragando en tu cuello.
Seguías cantando, hablando, fumando. Me mirabas con confianza. Tan livianos nos sentíamos. Todo esto pasaba en una ciudad que no era la nuestra. Había un río pero era otro río, no era el Paraná. Y había gente pero no sumaban. Vos sumabas. Y te desnude. Te devoré. Probé cada milímetro de tu cuerpo. Tu piel. Tus manos, tus piernas infinitas. Nuestra transpiración, nuestro calor. Nuestro fuego.
Y me desperté. Y la puta madre que lo re parió. Ya no sentía calor, ni fuego. Ni estabas ahí en el piso desnudo de dudas y de mascaras haciéndome reír. Tampoco en mi cuarto había olor a sahumerio barato. A patchuli, a sexo. No había ni un rastro de vos. Y lo peor es que no me acuerdo tu apellido, menos tu nombre. Me detuve a pensarte. No entendía que había pasado. Invadiste mis sueños inesperadamente. Creo que ni Freud podría interpretar este sueño. Estabas ahí y se sintió muy verdadero. Muy que podía llegar a pasar la semana que viene. Mi día siguió su rumbo sin rumbo. Yo queriéndome acordar de tu nombre. Me acorde. Me vino a la mente un recuerdo viejo. Vos acá en mi casa cuando eras un pibito. Quiero encontrar a tus ojos mirándome. O que encuentres los míos observándote.
Te había soñado, te había chupado en mis sueños y te crucé. Te vi, te salude. Siempre fui caradura. Entendeme, o no, pero te soñé y te encontré. Algunos amigos me hablan del sincrodestino. Yo creo que imagino y fantaseo demasiado. Aunque ya me acorde tu nombre y también tu apellido. Y se donde encontrarte.

lunes, noviembre 1

cotidiano y común

lo que mas me gusta de haber dejado de fumar es que ahora me puedo comprar mas helados -