martes, noviembre 2

lo cotidiano y lo no tan común


Estábamos semidesnudos tirados en el piso. Desparramados entre sábanas, cds y vasos. Ceniceros, sentimiento e ideas. Cantabas algún tema, no puedo recordar cual. Sólo se que lo hacías de una manera particular como si cada nota que salía de tu guitarra y cada palabra que largaba tu boca quisieran decirme algo. Te miraba encandilada, tus ojos perforaban a los míos. Tus pupilas invitaban a las mías a perderse es ese mar profundo que reinaba en las tuyas. Caía una y otra vez en los detalles mas ocultos de tu cuerpo. Tu lunar debajo del otro lunar que forman una línea que se parece a las 3 marías pero con una extinguida. Las rayitas que se te hacen al costado del cachete flaco cuando sonreís o medio sonreís. Me detenía en tu nuca, me imaginaba naufragando en tu cuello.
Seguías cantando, hablando, fumando. Me mirabas con confianza. Tan livianos nos sentíamos. Todo esto pasaba en una ciudad que no era la nuestra. Había un río pero era otro río, no era el Paraná. Y había gente pero no sumaban. Vos sumabas. Y te desnude. Te devoré. Probé cada milímetro de tu cuerpo. Tu piel. Tus manos, tus piernas infinitas. Nuestra transpiración, nuestro calor. Nuestro fuego.
Y me desperté. Y la puta madre que lo re parió. Ya no sentía calor, ni fuego. Ni estabas ahí en el piso desnudo de dudas y de mascaras haciéndome reír. Tampoco en mi cuarto había olor a sahumerio barato. A patchuli, a sexo. No había ni un rastro de vos. Y lo peor es que no me acuerdo tu apellido, menos tu nombre. Me detuve a pensarte. No entendía que había pasado. Invadiste mis sueños inesperadamente. Creo que ni Freud podría interpretar este sueño. Estabas ahí y se sintió muy verdadero. Muy que podía llegar a pasar la semana que viene. Mi día siguió su rumbo sin rumbo. Yo queriéndome acordar de tu nombre. Me acorde. Me vino a la mente un recuerdo viejo. Vos acá en mi casa cuando eras un pibito. Quiero encontrar a tus ojos mirándome. O que encuentres los míos observándote.
Te había soñado, te había chupado en mis sueños y te crucé. Te vi, te salude. Siempre fui caradura. Entendeme, o no, pero te soñé y te encontré. Algunos amigos me hablan del sincrodestino. Yo creo que imagino y fantaseo demasiado. Aunque ya me acorde tu nombre y también tu apellido. Y se donde encontrarte.