martes, noviembre 9

cotidiano y común III


Algo tan sencillo como un café puede ocupar nuestros pensamientos toda una semana (o quien dice más). Uno no puede explicar porque ve una taza de café hasta en la sopa. O mejor dicho dos. Porque este café que se mete e invade cada centímetro de nuestro cuerpo es consecuencia absoluta de esa persona que te presento fulanito el otro día. El día y fulanito cambian con el contexto.

Puede ser un viernes a la noche en un recital y fulanito puede ser tu amigo, o quien sabe un martes a la tarde en la facultad y el presentador en cuestión es una compañera de militancia. No importa si fue un sábado o un domingo, si había sol o si el frío penetraba cada lugarcito del cuerpo haciéndonos agarrar escalofríos (mejor conocido como piel de gallina) lo que importa es el/ella. Cuando fulanito te introduce con este nuevo individuo, quedas petrificado. No sabes por que motivo el tiempo se para, el viento se calma y todo se ilumina. No hay fuerza sobre natural, ni mariposas, ni cosquillas, ni nada de todo eso que pueda hacerte entender que te pasa.

Y en ese momento en que no sabes si decir hola o dar un beso, tus pensamientos se invaden de café. Hasta podes percibir el aroma tan especial de un café en jarrita como el que sirven en La Sede y te gusta tomarlo un día de invierno cuando ya no sentís los dedos de las manos y mucho menos los de los pies. Lo importante, lo trascendental en este momento es conseguir tomar un café con dicha persona.

(a veces creo que vos y yo nos debemos como 5 salidas a tomar café pero ahora hace calor y lo único que quiero es tomar helado pero ya no es con vos la cosa. vos eras para el invierno y para el café. fuiste al piste, te lo perdiste. gil.)