martes, septiembre 28

confesión


me gusta traerte a mi boca con el sabor del vino tinto
es algo que me enloquece.

lunes, septiembre 27

Lunes lluvioso

Los lunes pueden ser terribles o puede llover. Y hoy las gotas acompañan mi tarde/noche. Norah Jones de fondo. “I'm crazy, crazy for feeling so blue”. Cocine unos brownies. No se si fue la música de fondo o todo lo que pasa en mi cabeza o que me hayas vuelto a llamar pero me salieron geniales. Esponjosos. Húmedos. Y yo creo en que la comida sale mejor si uno le pone amor. No es que hoy me haya despertado cursi. O muy Susanita. Es culpa de la lluvia. Hoy ordene mi pieza, acomode un poco, un huracán paso el fin de semana y dio vuelta todo. Hice unos trabajos prácticos, leí. Puse mi reloj de vida a andar un poco. A veces se estanca y se pierde. Pero la lluvia viene a limpiar. A llevarse todo lo que nos opaca, encierra. El agua se lleva todo a su paso. Dudas, miedo. Lágrimas. El poder que tiene sobre mi a veces me asusta. No entiendo como hay personas que odian los días grises. A mi me ponen de buenas. Me gusta caminar y mojarme un poco. La lluvia me hace sentir un poco mas viva.

miércoles, septiembre 15

asco


sos tan poco nacional y popular
que a veces me das asco-


domingo, septiembre 12


por mis poros se escapa tu nombre
mi cuerpo baila para atraerte
"a veces creo que sabe que sólo bailo para él", confesé
mis labios están pintados de violeta, balbuceo frases hechas
esas que te escupiría en la cara
bailo mal
algo se apodero de mi cuerpo
con los ojos cerrados mis caderas se mueven mejor
"come together, right know, over me", los 4 de Liverpool me dejan expuesta
y mis movimientos te nombran
pelo, manos, boca
te piden te reclaman
entonces no se quien me pasa mas vino
busco una excusa para poder atravesarte
mirar tus pupilas encendidas
estas admirando la colección de discos de la dueña de casa
entonces me decido
me acerco
busco el roce suave, frágil
me tiembla el mundo
convencida
"pone uno de los Rolling, mi amor"

martes, septiembre 7

ideas desordenadas

Perdida estaba. Me encontraba sumergida en esos mares de irrealidad que muchos no entienden. Esos que nos vuelven locos e incomprensibles para los ojos ajenos pero felices para nosotros mismos. Pasaba el tiempo ahogándome, nadando, flotando en esos mares. No sabia donde estaba, ni que día era. Revolvía mi mente buscando respuestas al paso del tiempo y convencida que este, tan efímero y volátil, no existía.

Y te vi. Te encontré en ese caldo de hormonas y alcohol. No se si fue tu nariz o la forma en que viniste a hablarme, pero no pude despegar mis ojos de la oscuridad de tu pelo. Queriendo que me mires te ofrecí de mi cerveza. Tu cuerpo acepto con una sonrisa. Que se extendió desde tu boca. Que llego hasta tu brazo. Y la sintió el vaso, y la sentí yo. Bailamos un poco. No soy una gran bailarina. A cinco centímetros de mi estabas.

Y me acechaste, me invadiste. Rompiste la distancia que me dejaba escuchar tus latidos, para pasar a sentirlos. Fue suave, fue dulce y todo tuvo lugar en la simetría de nuestros labios pegados que se despegaban para largar un suspiro. Y se volvían a pegar como si nos jugáramos la vida al borde de la boca. Absorbiste mis besos, te los comiste todos.

Llovían gotas gordas, parecía que el cielo estaba triste. Lloraba, su inmensidad sólo lo hacían sentir vacío. Me llamaste. Esos días eran tus preferidos. Fuimos a tomar un café. Hablamos. Hablaste. Yo te miraba. Juntos éramos dos locos adictos a la cafeína y a las canciones de Jane Birkin.

Vos. Vos que incitas a cada uno de mis sentidos a morderte. A lamerte. A buscarte siempre donde vaya. Pararme en puntitas de pie y esperar verte. Nos fuimos. Nos asustamos. Pusimos un freno a un tren que ya estaba descarrilado. Apagamos la bomba cuando faltaban pocos segundo para que estallara. Detuvimos una detonacion que aseguraba hacer mucho ruido.

Ahora te noto lejos. Y la música invade. Ocupa un lugar en el aire. Y se mezcla con tus silencios. Llena el precipicio que dejas entre frase y pregunta, entre vos y yo. Baila entre nosotros. Nos abraza, nos une, nos encierra. Hace que el abismo que existe entre nosotros se achique. Se vuelva solo una calle de distancia, o un brazo, o un beso. Estamos a un beso de distancia, a una canción de Dylan...


miércoles, septiembre 1

noche III


Afuera llueve. Los días así me dan ganas de llamarte. Y decirte que vengas a casa a dormir un rato conmigo. Compartir un momento con vos, un instante. Perdernos los dos en la música que nuestros cuerpos fabrican y perderme en tu boca. Y en tus piernas. En tus manos también. Tomar algún vino o dos o tres. A lo mejor me cantas. O tocas un rato la guitarra. Y yo te miro desde la cama o desde el piso. Nos gusta el piso. Observo como los músculos de tu brazo se tensionan (eso me calienta y mucho). No quiero que se me escape ningún detalle. Tu respiración pausada, tu pelo tan oscuro, ese perfume que usas.
Pero no vas a venir. No te voy a llamar. Y me voy a quedar con esas ganas de verte. Esas ganas que se apoderan de cada centímetro de mi cabeza y quieren traerte acá, a mi cama. Y mataría porque vengas. Toques el timbre y me digas un puñado de palabras lindas. Aunque después se las lleve el viento o algo. No necesito que sean verdad, sólo quiero escucharlas. Quiero escuchar que salga de tu boca alguna de esas frases hechas que siempre critico pero que en el fondo me desarman.
Y sigue lloviendo. Y yo ya no se que hacer. Perdí la cuenta de cuanto tomé. Puedo saber que fue bastante porque no puedo dejar de pensarte. Y de acordarme de la otra. Un perfecto triángulo eramos. Y yo, como siempre, la otra pero la primera.
Y me cago en la puta manera que tengo de ser. Y me acuerdo de Cecilia Roth en Martin Hache. "Moderna y pragmática, o sea una pelotuda". Bueno, me sale así. Y a vos la pelotuda te viene bien. Porque no necesita muchas explicaciones, se divierte. No tiene vergüenza. Se pone en 4.
Ya no se que hacer. Y no vas a venir. Y no para de llover. Me voy a acostar. Sola. O no. Siempre hay algún que otro amigo por ahí.