martes, septiembre 7

ideas desordenadas

Perdida estaba. Me encontraba sumergida en esos mares de irrealidad que muchos no entienden. Esos que nos vuelven locos e incomprensibles para los ojos ajenos pero felices para nosotros mismos. Pasaba el tiempo ahogándome, nadando, flotando en esos mares. No sabia donde estaba, ni que día era. Revolvía mi mente buscando respuestas al paso del tiempo y convencida que este, tan efímero y volátil, no existía.

Y te vi. Te encontré en ese caldo de hormonas y alcohol. No se si fue tu nariz o la forma en que viniste a hablarme, pero no pude despegar mis ojos de la oscuridad de tu pelo. Queriendo que me mires te ofrecí de mi cerveza. Tu cuerpo acepto con una sonrisa. Que se extendió desde tu boca. Que llego hasta tu brazo. Y la sintió el vaso, y la sentí yo. Bailamos un poco. No soy una gran bailarina. A cinco centímetros de mi estabas.

Y me acechaste, me invadiste. Rompiste la distancia que me dejaba escuchar tus latidos, para pasar a sentirlos. Fue suave, fue dulce y todo tuvo lugar en la simetría de nuestros labios pegados que se despegaban para largar un suspiro. Y se volvían a pegar como si nos jugáramos la vida al borde de la boca. Absorbiste mis besos, te los comiste todos.

Llovían gotas gordas, parecía que el cielo estaba triste. Lloraba, su inmensidad sólo lo hacían sentir vacío. Me llamaste. Esos días eran tus preferidos. Fuimos a tomar un café. Hablamos. Hablaste. Yo te miraba. Juntos éramos dos locos adictos a la cafeína y a las canciones de Jane Birkin.

Vos. Vos que incitas a cada uno de mis sentidos a morderte. A lamerte. A buscarte siempre donde vaya. Pararme en puntitas de pie y esperar verte. Nos fuimos. Nos asustamos. Pusimos un freno a un tren que ya estaba descarrilado. Apagamos la bomba cuando faltaban pocos segundo para que estallara. Detuvimos una detonacion que aseguraba hacer mucho ruido.

Ahora te noto lejos. Y la música invade. Ocupa un lugar en el aire. Y se mezcla con tus silencios. Llena el precipicio que dejas entre frase y pregunta, entre vos y yo. Baila entre nosotros. Nos abraza, nos une, nos encierra. Hace que el abismo que existe entre nosotros se achique. Se vuelva solo una calle de distancia, o un brazo, o un beso. Estamos a un beso de distancia, a una canción de Dylan...