miércoles, octubre 13

gris


Caían gotas en la ciudad. No hacia frió. Era una de esas lluvias en las que te mojas un poco pero sonreís. La city en gris tiene su encanto y mas si uno sabe por donde ir. Que calles agarrar, en que esquina doblar. Uno va esquivando charcos y maniobrando entre baldosas de distinto calibre. Entonces con un piloto y un puñado de canciones salís a enfrentar la lluvia. El viento amaga a dar vueltas el paraguas cuando por fin llegas a la placita. "La pequeña Francia". "Acá me siento en París". "Parece sacada de un libro de Cortázar". Muchos hablan de esas cuadras. Todos alguna vez fumaron ahí o se tomaron un vino. O besaron por primera vez a alguien.
Es un lugar donde a conciencia quedamos inconscientes. Un lugar con olor a humedad, donde la única música que hay es el silencio. En el banco que esta en frente de esa pared llena de pintadas, seguramente, se sentaron. A lo mejor venían hablando de algún libro o de cuando tenían 5 años y jugaban a aguantar la respiración hasta volverse violeta. Entonces pasa. Un dedo busca acercarse a una mano o a un brazo o un cuello. Intenta romper las leguas de distancia que hay entre una boca y la otra. Imagina ese calor. Puede sentirlo. Puede descubrir un sabor y una textura. Frutillas.
Y sucede. Una fuerza de atracción o un viento frágil hace caer una boca en la otra. Se encuentran. Se unen. Y se funden, se enredan. Y sólo la plaza los ve. Un beso francés. Ahí en Francia. Al lado de la Aduana pero en Francia al fin.