miércoles, febrero 18

Cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia...

Conocerme me conociste esa noche. No había luna, hacia frío. Ese frío que se mete y recorre cada rincón del cuerpo. Y ahí, en ese momento, vos y tus labios se acercaron y acecharon a mis labios y a mi. Y no importo nada, y la gente que miraba desapareció. Solo tus labios y los mios como dos piezas de un rompecabezas se habían encontrado. Bese, besamos con ganas, como si nos jugáramos la vida en cada beso, la vida o esa noche. Deje que tus manos paseen por mi cuerpo, se apropien del mismo y vos dejaste que las mías se aferren a tu piel como nunca. Mis manos nunca habían experimentado esa necesidad de tocar, de tocar con esa pasión. Esa pasión y esa energía que se me escapaba por todos los poros.
Perdimos la noción del tiempo, del espacio y de los dos. Besamos porque era lo que teníamos que hacer. Hablar era inútil, nos entendíamos de otra manera. Los besos y los abrazos dicen mucho, y los tuyos hablaban mas que ningunos. A los tuyos, yo los entendía. Y así la noche pasó. Pasó entre labios y lenguas, manos y piernas, sudor y calor.
Desperté, estabas ahí. Tan quieto, tan callado. Sentí de todo dentro mio. Puse mi cabeza en tu pecho y seguí durmiendo. O entre durmiendo, mis pensamientos no me dejaban dormir. Esa noche nos entregamos al deseo y descubrimos, casi sin querer, el amor.


VUDU