No sabes por qué esas ganas de volarte la cabeza en mil pedazos aparecen cada vez que no tenes idea donde estas parada. No comprendes por qué queres dejar este mundito y acabar con tanto sufrimiento. Y no paras de planear los mejores suicidios. Y escribir las mejores cartas de despedida. Esas en las que pedís que todos sigan con sus vidas, que tu recuerden bailando, festejando, que se fumen uno por vos, que vivan cada día como si fuese el ultimo; todos esos clichés.
Y tanto que pensaste las mejores muertes caíste en que la caja de rivos y varias botellas de vino aportan al suicidio un tinte poético. Desapareces naufragando en ese mar de pastillas y alcohol.
Entonces te despertas y te das cuenta que no queres matarte. Sólo tenes la idea latiendo en el inconsciente...
